15 octubre 2010

PRÁCTICA DE LAS BARAJAS

Hola chicos, les escribo un poco sobre el ejercicio que realizamos de "adivinar" las barajas, el texto siguiente es parte de la práctica llamada " LA IMPORTANCIA DE LA OBSERVACIÓN EN EL PLANTEAMIENTO DE HIPÓTESIS" y por supuesto es una práctica sobre el método científico-experimental, que también utiliza la Psicología. Lean por favor TODA la práctica y contesten las preguntas del formulario que viene a continuación.

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Importancia de la observación en el planteamiento de hipótesis.

Mtra. Consuelo Arce Ortiz
Escuela Nacional Preparatoria,
Plantel 1 “Gabino Barreda”.

INTRODUCCIÓN.
La Psicología se define como la ciencia que estudia la conducta de los organismos. Como toda ciencia, la Psicología basa su trabajo en la investigación de los hechos, en experimentos y en otros medios sistemáticos de recopilar información y datos. La investigación implica, generalmente, una observación y descripción basadas en medidas y expresadas en términos matemáticos; pero la ciencia no se detiene en la descripción de los hechos, sino que trata de relacionar lo que se ha descrito, para llegar a formular teorías que permitan explicar, predecir y controlar los eventos de interés, que en el caso de la Psicología es la conducta.

Es común afirmar que la ciencia no sólo comienza con un método sino que la metodología es su esencia. Esta esencia consiste en un conjunto de reglas que debe observar todo el que aspira a ser científico; así, la recopilación de información no es lo más importante, sino la manera en la que ésta se articula y permite planear la investigación, los procedimientos que se emplean para reunir datos y el modo en que se interpretan los hallazgos. La forma en la que se llevan a cabo estas tres acciones es lo que define si el producto puede o no ser considerado como científico.

Es importante recalcar que el método es la estrategia global y/o la secuencia de acciones y toma de decisiones que se siguen en la búsqueda del conocimiento. Los procedimientos específicos de cada disciplina y particulares a los problemas de investigación que se emplean para la obtención de datos se llaman técnicas.

Aunque es común emplear indistintamente los términos método y técnica para designar al procedimiento de obtención de información, es importante saber diferenciarlos y entender que aunque se use en lo general el mismo método (el método científico), pueden emplearse diversas técnicas para llegar a la solución de un problemas de investigación o para describir-explicar un fenómeno.

El método científico se basa en la recolección de pruebas observables y sólidas, en la descripción y medición precisas, en la definición exacta y en la confirmación congruente de los resultados. En su forma ideal el método científico tiene seis elementos:
1. Observación
2. Definición del problema
3. Planteamiento de hipótesis
4. Recopilación de evidencia/Prueba de hipótesis
5. Publicación de resultados
6. Formulación de teorías

Como individuos aceptamos ciertas cosas como parecen ser, pero ponemos en duda nuestras observaciones e interpretación de otras cosas; así pues, lo que hacemos es buscar respuestas en fuentes que creemos confiables. De igual manera, el científico se enfrenta a la realidad, la observa y se percata de la existencia de fenómenos, eventos o condiciones del medio ambiente que, por alguna razón práctica o teórica, llaman su atención y lo llevan a plantearse preguntas generales. En la segunda etapa, el investigador limita el alcance de sus preguntas para que puedan investigarse de manera científica. Después de formular una pregunta de investigación, el científico está en posibilidad de comenzar a buscar una respuesta, y es lo que hace en el tercer nivel: plantearse una solución tentativa al problema; esto es, propone posibles relaciones entre eventos, su tipo y consecuencias. En la cuarta etapa se ponen a prueba la relaciones formuladas en el nivel anterior, para que, dependiendo de los resultados obtenidos, se agrupen regularidades que permitan más tarde elaborar teorías que expliquen los hechos particulares estudiados y den posibilidad de generalizar la explicación a todas las situaciones y/o eventos semejantes.

Las teorías difícilmente son el resultado del trabajo de un solo investigador. Frecuentemente hay grupos de trabajo interesados en el mismo fenómeno en diferentes partes del mundo, por lo que la comunicación de los resultados de trabajos de investigación particulares se difunden y socializan con la publicación de los mismos en revistas especializadas. La recopilación, estudio y organización de los resultados de diversos estudios sobre un tema confirman o refutan hallazgos específicos, plantean o reorientan nuevas investigaciones y van conformando las bases de datos para la formulación de las teorías.

De los elementos del método científico, la observación (registro cuidadoso de hechos y acontecimientos) se encuentra en primer lugar, porque a partir de sus resultados es que configuramos las ideas que nos permiten perfilar la ruta de la investigación, generar expectativas, plantear hipótesis y anticipar resultados.
OBJETIVO
Demostrar la importancia de las observaciones previas en el planteamiento de hipótesis.

MÉTODO
Participantes: Todos los integrantes del grupo de Psicología, divididos en dos subgrupos: un grupo experimental y un grupo control.

Material:
 Una baraja inglesa previamente ordenada (anexo 1)
 Formatos para la recolección de datos (anexo 2).
 Formato para la organización de resultados (anexo 3).
 Lápices o bolígrafos.
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Procedimiento:
1. Se pedirá a los alumnos que se numeren 1 ó 2. Todos los alumnos numerados “2” saldrán del salón. Los alumnos “1” formarán el grupo control y los alumnos “2” integrarán el grupo experimental.
2. Se organizará a los alumnos “1” en el salón para que se ubiquen lo más retirado posible uno de otro.
3. Se distribuirán los formatos para la recolección de datos del grupo control (GRUPO 1).
4. Todo el GRUPO 1 recibirá las siguientes instrucciones:
¡Vamos a adivinar cartas! A continuación les voy a presentar cartas de la baraja inglesa, una por una (mostrar una carta independiente de las que se usarán). Estas cartas tienen un número que va del 1 (As) al 10 y luego J (mayor que 10), Q (mayor que J) y K (mayor que Q), un color y una figura. Los diamantes (rombos) y los corazones son ROJOS; los tréboles y las espadas (u hojas) son NEGROS. Les voy a mostrar la primera carta y quiero que anoten en la columna “¿Cuál cree que sigue?”, la carta que ustedes suponen que viene a continuación. Pongan número y figura. Cuando pase a la segunda carta, ustedes anotarán ACIERTO ( ) o ERROR (X) en la columna “Resultado”. Nuevamente anotarán la carta (número y figura) que suponen que sigue en la columna “¿Cuál cree que sigue?”, y ACIERTO ( ) o ERROR (X) en la columna “Resultado” cuando les muestre la que seguía. Continuaremos así hasta terminar con la baraja.
Por favor no se comuniquen con sus compañeros, trabajen de manera individual.
¿Hay alguna duda? (resolverlas). ¡Empecemos! ¿Cuál creen que sigue?
5. Al terminar, se pedirá que cuenten el número de aciertos, que lo anoten en el espacio del formato para tal fin, que describan la estrategia que emplearon para adivinar las cartas y que entreguen los formatos al profesor(a).
6. Se agruparán los alumnos en un área del salón cercana a la puerta que no interfiera con la circulación y se pedirá a los alumnos “2” que entren sin establecer contacto con sus compañeros.
7. Una vez dentro del salón los alumnos “2”, se solicitará a los alumnos del GRUPO 1 que salgan del salón y esperen afuera.
8. Se organizará a los alumnos “2” en el salón para que se ubiquen como se hizo con el GRUPO 1.
9. Se distribuirán los formatos para la recolección de datos del grupo experimental (GRUPO 2).
10. El GRUPO 2 recibirá las siguientes instrucciones:
Vamos a ver qué tan buenos observadores son. A continuación les voy a presentar cartas de la baraja inglesa, una por una (mostrar una carta independiente de las que se usarán). Estas cartas tienen un número que va del 1(As) al 10 y luego J (mayor que 10), Q (mayor que J) y K (mayor que Q), un color y una figura. Los diamantes (rombos) y los corazones son ROJOS; los tréboles y las espadas (u hojas) son NEGROS. Les voy a mostrar la primera carta y quiero que anoten en la columna “Observación”, la carta que les estoy mostrando. Pongan número y figura. Ahora, en la columna “Hipótesis”, escriban la carta que ustedes suponen que viene a continuación; recuerden poner número y figura. Cuando pase a la segunda carta, ustedes marcarán ACIERTO ( ) o ERROR (X) en la columna “Resultado”. Nuevamente anotarán la carta (número y figura) que les estoy mostrando en la columna “Observación”, y antes de escribir la que suponen que sigue en la columna “Hipótesis”, se fijarán muy bien en las cartas de la columna “Observación”. Indicarán cuál creen que sigue, y marcarán ACIERTO ( ) o ERROR (X) en la columna “Resultado” cuando les muestre la que seguía. Continuaremos así hasta terminar con la baraja.
Por favor no se comuniquen con sus compañeros, trabajen de manera individual.
¿Hay alguna duda? (resolverlas). Recuerden que antes de anotar la carta que creen que sigue en la columna “Hipótesis”, deben fijarse muy bien en las cartas que ya anotaron en la columna “Observación” ¡Empecemos! Anoten esta carta en observación y ¿Cuál creen que sigue?
11. Al terminar, se solicitará que cuenten el número de aciertos, que lo anoten en el espacio del formato para tal fin, que describan la estrategia que emplearon para decidir qué carta seguía y que entreguen los formatos al profesor(a).
12. Se reunirán todos los alumnos y se vaciarán los resultados (ACIERTOS) en el formato de organización de resultados. Se calculará la mediana de aciertos para cada grupo.
13. Se leerán varios ejemplos de las estrategias reportadas en cada grupo.

SUGERENCIAS DE DISCUSIÓN
Comparar los resultados tanto en aciertos como en estrategia y resaltar la importancia de las observaciones previas para organizar nuevos resultados y hacer predicciones confiables. Si algún miembro del GRUPO 1 obtiene muchos aciertos o algún participante del GRUPO 2 tiene pocos aciertos, analizar las estrategias empleadas por estos alumnos e identificar posibles variables extrañas

Con la organización de la práctica y los resultados pueden reforzarse los conceptos de grupo control, grupo experimental, variable independiente, variable dependiente, variable extrañas y variables controladas.
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11 septiembre 2010

Instrucciones de la Tarea:Jung, inconciente, arquetipos y cuento de las Zapatillas

Hola

Mis querido alumnos:

En esta ocasión, la actividad a realizar en el blog es para complementar el tema de Psicoanálisis, me gustaría que podamos analizar en la clase el cuento de "Las Zapatillas Rojas" del cuentista Hans Crhistian Andersen, a partir de la teoría de los Arquetipos de Jung (discípulo de Freud, padre del psicoanálisis).
Pero para hacer el análisis necesito que revisen primero los tres videos que elegí y luego lean el cuento. Los videos explican la teoría de Jung del inconciente y lo que son los arquetipos. Veanlos y comparen la teoría con lo que hemos visto en clase sobre las ideas de Freud.

Para los que les interese y quieran pasar una tarde de palomitas, la recomendación de película es: "Mi nombre fué Sabina Spielrein" que se rodó en el 2002. Aquí les pongo la liga donde pueden ver más información.
http://cineuropa.org/film.aspx?documentID=20150&lang=es
La película es cine de arte y habla sobre las diferencias de ideologías entre Freud y Jung, y una mujer enmedio de ellos (y de los métodos psicoanalíticos). Tal vez cuete un poco de trabajo conseguirla, pero estoy segura que en el chopo la encontrarán.
Por cierto que para mediados del 2011 parece que van a sacar otra versión de la película que se llamará "Un método peligroso"; espero que para entonces todavía les den ganas de saber de psicología y vayan al cine para compararla con todo lo que hayan aprendido.

Saludos
Lilia Guerrero
P.D. Vean los videos y lean el cuento para que podamos debatir sobre arquetipos.


Carl Jung: Arquetipos

Carl Jung y el inconciente

Jung: El sueño y el Inconciente Colectivo

Cuanto: Los Zapatos Rojos


Los zapatos rojos
Hans Christian Andersen
Tomado de la Bliblioteca Digital Ciudad Seva
http://www.ciudadseva.com

Hubo una vez una niñita que era muy pequeña y delicada, pero que a pesar de todo tenía que andar siempre descalza, al menos en verano, por su extraña pobreza. Para el invierno sólo tenía un par de zuecos que le dejaban los tobillos terriblemente lastimados.

En el centro de la aldea vivía una anciana zapatera que hizo un par de zapatitos con unos retazos de tela roja. Los zapatos resultaron un tanto desmañados, pero hechos con la mejor intención para Karen, que así se llamaba la niña.

La mujer le regaló el par de zapatos, que Karen estrenó el día en que enterraron a su madre. Ciertamente los zapatos no eran de luto, pero ella no tenía otros, de modo que Karen marchó detrás del pobre ataúd de pino así, con los zapatos rojos, y sin medias.

Precisamente acertó a pasar por el camino del cortejo un grande y viejo coche, en cuyo interior iba sentada una anciana señora. Al ver a la niñita, la señora sintió mucha pena por ella, y dijo al sacerdote:

-Deme usted a esa niña para que me la lleve y la cuide con todo cariño.

Karen pensó que todo era por los zapatos rojos, pero a la señora le parecieron horribles, y los hizo quemar. La niña fue vestida pulcramente, y tuvo que aprender a leer y coser. La gente decía que era linda, pero el espejo añadía más: "Tú eres más que linda. ¡Eres encantadora!"

Por ese tiempo la Reina estaba haciendo un viaje por el país, llevando consigo a su hijita la Princesa. La gente, y Karen entre ella, se congregó ante el palacio donde ambas se alojaban, para tratar de verlas. La princesita salió a un balcón, sin séquito que la acompañara ni corona de oro, pero ataviada enteramente de blanco y con un par de hermosos zapatos de marroquí rojo. Un par de zapatos que eran realmente la cosa más distinta de aquellos que la pobre zapatera había confeccionado para Karen. Nada en el mundo podía compararse con aquellos zapatitos rojos.

Llegó el tiempo en que Karen tuvo edad para recibir el sacramento de la confirmación. Le hicieron un vestido nuevo y necesitaba un nuevo par de zapatos. El zapatero de lujo que había en la ciudad fue encargado de tomarle la medida de sus piececitos. El establecimiento estaba lleno de cajas de vidrio que contenían los más preciosos y relucientes zapatos, pero la anciana señora no tenía muy bien la vista, de modo que no halló nada de interés en ellos. Entre las demás mercaderías había también un par de zapatos rojos como los que usaba la Princesa. ¡Qué bonitos eran! El zapatero les dijo que habían sido hechos para la hija de un conde, pero que le resultaban ajustados.

-¡Cómo brillan! -comentó la señora-. Supongo que serán de charol.

-Sí que brillan y mucho -aprobó Karen, que estaba probándoselos. Le venían a la medida, y los compraron, pero la anciana no tenía la mejor idea de que eran rojos, o de lo contrario nunca habría permitido a Karen usarlos el día de su confirmación.

Todo el mundo le miraba los pies a la niña, y en el momento de entrar en la iglesia aún le parecía a ella que hasta los viejos cuadros que adornaban la sacristía, retratos de los párrocos muertos y desaparecidos, con largos ropajes negros, tenían los ojos fijos en los rojos zapatos de Karen. Ésta no pensaba en otra cosa cuando el sacerdote extendió las manos sobre ella, ni cuando le habló del santo bautismo, la alianza con Dios, y dijo que desde ahora Karen sería ya una cristiana enteramente responsable. Respondieron las solemnes notas del órgano, los niños cantaron con sus voces más dulces, y también cantó el viejo preceptor, pero Karen sólo pensaba en sus zapatos rojos.

Al llegar la tarde ya la señora había oído decir en todas partes que los zapatos eran rojos, lo cual le pareció inconveniente y poco decoroso para la ocasión. Resolvió que en adelante cada vez que Karen fuera a la iglesia llevaría zapatos negros, aunque fueran viejos. Pero el domingo siguiente, fecha en que debía recibir su primera comunión, la niña contempló sus zapatos rojos y luego los negros... Miró otra vez los rojos, y por último se los puso.

Era un hermoso día de sol. Karen y la anciana señora tenían que pasar a través de un campo de trigo, por ser un sendero bastante polvoriento. Junto a la puerta de la iglesia había un soldado viejo con una muleta; tenía una extraña y larga barba de singular entonación rojiza, y se inclinó casi hasta el suelo al preguntar a la dama si le permitía sacudir el polvo de sus zapatos. La niña extendió también su piececito.

-¡Vaya! ¡Qué hermosos zapatos de baile! -exclamó el soldado-. Procura que no se te suelten cuando dances. -Y al decir esto tocó las suelas de los zapatos con la mano.

La anciana dio al soldado una moneda de cobre y entró en la iglesia acompañada por Karen. Toda la gente, y también las imágenes, miraban los zapatos rojos de la niña. Cuando Karen se arrodilló ante el altar en el momento más solemne, sólo pensaba en sus zapatos rojos, que parecían estar flotando ante su vista. Olvidó unirse al himno de acción de gracias, olvidó el rezo del Padrenuestro.

Finalmente la concurrencia salió del templo y la anciana se dirigió a su coche. Karen levantó el pie para subir también al carruaje, y en ese momento el soldado, que estaba de pie tras ella, dijo:

-¡Lindos zapatos de baile!

Sin poder impedirlo, Karen dio unos saltos de danza, y una vez empezado el movimiento siguió bailando involuntariamente, llevada por sus pies. Era como si los zapatos tuvieran algún poder por sí solos. Siguió bailando alrededor de la iglesia, sin lograr contenerse. El cochero tuvo que correr tras ella, sujetarla y llevarla al coche, pero los pies continuaban danzando, tanto que golpearon horriblemente a la pobre señora. Por último, Karen se quitó los zapatos, lo cual permitió un poco de alivio a sus miembros.

Al llegar a la casa, la señora guardó los zapatos en un armario, pero no sin que Karen pudiera privarse de ir a contemplarlos.

Por aquellos días la anciana cayó enferma de gravedad. Era necesario atenderla y cuidarla mucho, y no había nadie más próxima que Karen para hacerlo. Pero en la ciudad se daba un gran baile, y la muchacha estaba también invitada. Miró a su protectora, y se dijo que después de todo la pobre no podría vivir. Miró luego sus zapatos rojos y resolvió que no habría ningún mal en asistir a la fiesta. Se calzó, pues, los zapatos, se fue al baile y empezó a danzar. Pero cuando quiso bailar hacia el fondo de la sala, los zapatos la llevaron hacia la puerta, y luego escaleras abajo, y por las calles, y más allá de los muros de la ciudad. Siguió bailando y alejándose cada vez más sin poder contenerse, hasta llegar al bosque. Al alzar la cabeza distinguió algo que se destacaba en la oscuridad, entre los árboles, y le pareció que era la luna; pero no; era un rostro, el del viejo soldado de la barba roja. El soldado meneó la cabeza en señal de aprobación y dijo:

-¡Qué lindos zapatos de baile!

Aquello infundió a la niña un miedo terrible; quiso quitarse los zapatos y tirarlos lejos, pero era imposible: los tenía como adheridos a los pies. Cuanto más danzaba más tenía que bailar, por campos y praderas, bajo la lluvia y bajo el sol, de día y de noche, pero por la noche aquello era terrible.

Entró bailando por las puertas del cementerio, pero los muertos no la acompañaron en su danza: tenían otra cosa mejor que hacer. Trató de sentarse sobre la tumba de un mendigo, sobre la cual crecía el amargo ajenjo, pero no había descanso posible para ella. Y cuando se acercó, bailando, al portal de la iglesia, vio a un ángel de pie junto a la puerta, con larga túnica blanca y alas que llegaban de los hombros al suelo. El rostro del ángel mostrábase grave y sombrío, y su mano sostenía una espada.

-Tendrás que bailar -le dijo-. Tendrás que bailar con tus zapatos rojos hasta que estés pálida y fría, y la piel se te arrugue, y te conviertas en un esqueleto. Bailarás de puerta en puerta, y allí donde encuentres niños orgullosos y vanidosos llamarás para que te vean y tiemblen. Sí, tendrás que bailar...

-¡Piedad! -gritó Karen, pero no alcanzó a oír la respuesta del ángel, porque los zapatos la habían llevado ya hacia los campos, por los caminos y senderos. Y sin cesar seguía bailando.

Cierta mañana pasó danzando ante una puerta que ella conocía muy bien. Del interior procedía un rumor de plegarias, y salió un cortejo portador de un ataúd cubierto de flores. Y Karen supo así que la anciana señora había muerto, y se sintió desamparada por todo el mundo, maldita hasta por los santos ángeles de Dios.

Siguió, siguió danzando. Tenía que bailar, aun en las noches más oscuras. Los zapatos la llevaban por sobre zarzas y rastrojos hasta dejarle los pies desgarrados, sangrantes. Más allá de los matorrales llegó a una casita solitaria, donde ella sabía que vivía el verdugo. Golpeó con los dedos en el cristal de la ventana y llamó:

-¡Ven! ¡Ven! ¡Yo no puedo entrar, estoy bailando!

-¿Acaso no sabes quién soy yo? -respondió el verdugo-. Yo soy el que le corta la cabeza a la gente mala. ¡Y mira! ¡Mi hacha está temblando!

-¡No me cortes la cabeza -rogó Karen-, pues entonces nunca podría arrepentirme de mis pecados!

Pero, por favor, ¡córtame los pies, con los zapatos rojos!

Le explicó todo lo ocurrido, y el verdugo le cortó los pies con los zapatos, pero éstos siguieron bailando con los piececitos dentro, y se alejaron hasta perderse en las profundidades del bosque.

Luego el verdugo le hizo un par de pies de madera y dos muletas, y le enseñó un himno que solían entonar los criminales arrepentidos. Ella le besó la mano que había manejado el hacha, y se alejó por entre los matorrales.

"Ya he padecido bastante con estos zapatos -se dijo-. Ahora iré a la iglesia, par que todos puedan verme".

Y se dirigió tan rápidamente como pudo a la puerta del templo. Al llegar allí vio a los zapatos que bailaban ante ella, y aquello le dio tanto terror que se volvió a su casa.

Toda la semana estuvo muy triste, derramando lágrimas amargas, pero al llegar el domingo se dijo:

"Ahora sí que ya he sufrido bastante. Me parece que estoy a la par de muchos que entran en la iglesia con la cabeza alta".

Salió a la calle sin vacilar más, pero apenas había pasado de la puerta volvió a ver los zapatos rojos bailando ante ella. Se sintió más aterrorizada que nunca, y volvió la espalda, pero esta vez con verdadero arrepentimiento en el corazón.

Se dirigió entonces a la casa del párroco y suplicó que la tomaran a su servicio, prometiendo trabajar cuánto pudiera, sin reclamar otra cosa que un techo y el privilegio de vivir entre gente bondadosa. La esposa del sacristán tenía buenos sentimientos, se compadeció y habló por ella al párroco. Karen demostró ser muy industriosa e inteligente, y se hizo querer por todos, pero cuando oía a las niñas hablar de lujos y vestidos, y pretender ser lindas como reinas, meneaba la cabeza.

El domingo siguiente fueron todos al templo, y preguntaron a Karen si quería ir con ellas. Pero Karen miró sus muletas tristemente y con lágrimas en los ojos. Y se fueron sin ella a la iglesia, mientras la niña se quedó sentada sola en su pequeña habitación, donde no cabía más que una cama y una silla. Estaba leyendo en su libro de oraciones, con humildad de corazón, cuando oyó las notas del órgano que el viento traía desde la iglesia. Levantó su rostro cubierto de lágrimas y dijo: "¡Oh, Dios, ayúdame!"

En ese momento el sol brilló alrededor de ella, y el ángel de túnica blanca que ella viera aquella noche a la puerta del templo se presentó de pie ante sus ojos. Ya no tenía en la mano la espada, sino una hermosa rama verde cuajada de rosas. Con esa rama tocó el techo, y éste se levantó hasta gran altura, y en cualquier otra parte que tocaba la rama aparecía una estrella de oro. Al tocar el ángel las paredes, el ámbito de la habitación se ensanchó, y en su interior resonaron las notas del órgano, y Karen vio las imágenes en sus hornacinas. Toda la congregación estaba en sus bancos, cantando en voz alta, y la misma Karen se encontró a sí misma en uno de los asientos, al lado de otras personas de la parroquia. Cuando acabó el himno, todos volvieron la vista hacia ella y dijeron: "¡Qué alegría verte de nuevo entre nosotros después de tanto tiempo, pequeña Karen!"

-Todo ha sido por la misericordia de Dios -respondió ella. El órgano resonó de nuevo y las voces de los niños le hicieron eco dulcemente en el coro. La cálida luz del sol penetró a raudales por las ventanas y fue a iluminar plenamente el sitio donde estaba sentada Karen. Y el corazón de la niña se colmó tanto de sol, de luz y de alegría, que acabó por romperse. Su alma voló en la luz hacia el cielo, y ninguno de los presentes hizo siquiera una pregunta acerca de los zapatos rojos.